Las convergencias existentes entre Las babas del diablo de Julio Cortázar y Blow Up de Michelangelo Antonioni


Casi siempre, muchas obras cinematográficas son inspiradas en una obra literaria, ya sea narrativa como un cuento o una novela, lirica como una canción y dramática como una tragedia o comedia.
El cuento las babas del diablo es una de las cinco recopilaciones del libro Las armas secretas (1959), pero, caracterizado entre los otros por reflejar una propuesta diferente en donde su autor nos proyecta una serie de metáforas sobre la realidad y la vida.
Asimismo, tenemos la película Blow Up, la cual fue producto de una inspiración por el cuento mencionado anteriormente.  El título en inglés Blow Up significa la explosión de una burbuja, aunque se entiende en la jerga fotográfica como una gran ampliación durante el revelado de una foto. Fue premiada en 1966 con la Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes.
Ahora bien, he elegido hablar de esa estrecha relación entre cine y literatura a través del análisis de las convergencias que existen entre el cuento Las babas del diablo  (1959) de Julio Cortázar y la película vanguardista más famosa de los finales del modernismo Blow Up (1966) de Michelangelo Antonioni.

El relato de Cortázar y la película de Antonioni son producciones que en su primera visualización no se pueden llegar a comprender por completo, necesitan de un análisis bien detallado y sumergimiento del mismo.

He visto Blow-Up tres veces. En el primer visionado no llegué a comprender absolutamente nada de ella y no podría decir que llegase a convencerme; un film lento, confuso y con un final que en aquel momento me pareció ridículo. Por azares del destino la vi una segunda vez, ya quizá con un poco más de madurez cinematográfica en términos de ese cine que no te lo da todo mascado: Bergman, Mizoguchi, Lynch, Murnau, Tarkovsky, Kurosawa… y un largo etcétera me había ayudado a entender el cine de otra manera. Eso se notó a la hora de ver está película una vez más. Lo que antes era confuso y lento ahora era fascinante y en donde antes ni siquiera hacía un esfuerzo por comprender la mentalidad de los personajes y la propia situación, ahora era un juego en el que buscar piezas y encajarlas en su lugar; aunque, hay que decir que Antonioni pierde a propósito ciertas piezas del puzle, y como espectador debes poner aún más de tu parte para rellenar los huecos. Esto es cine, y esto es lo que provoca que una película con un argumento no demasiado enrevesado se convierta en una obra inteligente y llena de detalles. (González, 2017, parr.2)

Este periodista- bloggero hace referencia a la película Blow Up y expresa exactamente las impresiones que nos pueden causar el número de vistas hacia esta. La primera vez, puede ser muy confuso, empezando porque Antonioni intentaba plasmar una obra que también es muy intrigante y poco clara al principio; pero cuando la observas más de una vez te hace querer unir las piezas y entender realmente cada suceso. Aunque, si nos ponemos a pensar en cualquier libro por muy poco complejo que sea gramaticalmente, nos deja espacios que como buenos lectores hay que saber inferir y llenar.

Inferir requiere preguntar, cuestionar y cuestionarse, buscar la estrategia para acceder a la información. Tal como ocurre frente a una novela de misterio, el lector se siente atrapado pues la necesidad de comprender y develar lo oculto es parte del impulso del sujeto cognoscente, es decir, de todo sujeto.  (Bitar, 2016, parr.7)

También, en Las babas del diablo y en Blow Up hay en común un personaje principal aficionado por la fotografía, en el caso de Cortázar el personaje que emplea es llamado Michel y en el caso de Antonioni Thomas.

Roberto Michel, franco-chileno, traductor y fotógrafo aficionado a sus horas, salió del número 11 de la rue Monsieur-le-Prince el domingo siete de noviembre del año en curso (ahora pasan dos más pequeñas, con los bordes plateados). Llevaba tres semanas trabajando en la versión al francés del tratado sobre recusaciones y recursos de José Norberto Allende, profesor en la Universidad de Santiago. (Cortázar, 1959, parr.6)

Inspirándose libremente en “Las babas del diablo”, cuento de Julio Cortázar publicado en su libro Bestiario, Antonioni y su habitual colaborador, Tonino Guerra, crean una historia en la que un hombre, con todo a su alrededor bajo control, dudará de una de sus mayores certezas: lo que las imágenes le muestran. Tanto en el cuento de Cortázar como aquí, el protagonista es un fotógrafo profesional llamado Thomas (David Hemmings, luego de que Sean Connery rechazara el papel). (González J, 2015, parr.3)


Además, estos dos fotógrafos Thomas y Michel tienen en común la escena donde todo ocurre, su cámara y su enfoque que fue exactamente lo mismo, una pareja furtiva, aparentemente clandestina para ambos, que se daban amor, pero, que al mismo tiempo llamaban la atención por transmitir una emoción de estar al acecho de percibir lo que venía después de todo eso, una intriga profunda.

Lo que había tomado por una pareja se parecía mucho más a un chico con su madre, aunque al mismo tiempo me daba cuenta de que no era un chico con su madre, de que era una pareja en el sentido que damos siempre a las parejas cuando las vemos apoyadas en los parapetos o abrazadas en los bancos de las plazas. Como no tenía nada que hacer me sobraba tiempo para preguntarme por qué el muchachito estaba tan nervioso, tan como un potrillo o una liebre, metiendo las manos en los bolsillos, sacando en seguida una y después la otra, pasándose los dedos por el pelo, cambiando de postura, y sobre todo por qué tenía miedo, pues eso se lo adivinaba en cada gesto, un miedo sofocado por la vergüenza, un impulso de echarse atrás que se advertía como si su cuerpo estuviera al borde de la huida, conteniéndose en un último y lastimoso decoro. (Cortázar, 1959, parr.9)

Thomas encuentra a dos personas que le llaman su atención, quizá por parecer una pareja furtiva. Y empieza a fotografiarlos, sin que lo adviertan, mientras retozan y se abrazan en ese solitario jardín. (González J, 2015, parr.6)

De igual manera, en las dos, la mujer de la dichosa pareja se percata del chasquido de la cámara y de que ha sido fotografiada, se conduce al protagonista y le pide el rollo de la foto agresivamente.

Ella (Vanessa Redgrave) lo descubre e intenta persuadirlo para que le entregue el rollo fotográfico, primero violentamente y luego –tras alcanzarlo en su estudio– recurriendo al sexo. Thomas, intrigado por la insistencia de la mujer, le entrega otro rollo y procesa el original. Empieza entonces la anécdota del cuento de Cortázar que Antonioni utilizó para sus propósitos reflexivos. Al revelar las fotos aparece lo evidente: el parque y la pareja. (Gonzalez J, 2015, parr.7)

En ambas los fotógrafos se toman la delicadeza de detallar y ampliar las fotos de las parejas que habían captado con sus cámaras, y descubren después de todo eso que el final es una gran tragedia un asesinato. 
La película podría tratar sobre un fotógrafo que tras unas sesiones intensas de fotografía, va a un parque para relajarse un poco y liberar algo tensión del día (y de la noche anterior). Tras realizar ciertas fotografías a una pareja y ser asaltado por la mujer para que le dé estas instantáneas, el protagonista se niega y se prepara para el revelado de las mismas. Durante la realización de esta tarea se da cuenta de que en las fotografías puede recogerse el momento de un asesinato. La mujer ha planeado la muerte su pareja masculina en el parque: un asesino se encontraba entre los matorrales. Nuestro protagonista vuelve al escenario del crimen, donde se encuentra el cadáver. Trata de buscar ayuda, pero se encuentra solo en su desesperación. Durante todo esto, además, entran en su estudio y le roban las fotografías que probaban el homicidio. (González, 2017, parr.17)

Jadeando me quedé frente a ellos; no había necesidad de avanzar más, el juego estaba jugado. De la mujer se veía apenas un hombro y algo de pelo, brutalmente cortado por el cuadro de la imagen; pero de frente estaba el hombre, entreabierta la boca donde veía temblar una lengua negra, y levantaba lentamente las manos, acercándolas al primer plano, un instante aún en perfecto foco, y después todo él un bulto que borraba la isla, el árbol, y yo cerré los ojos y no quise mirar más, y me tapé la cara y rompí a llorar como un idiota. (Cortázar, 1959, parr.22)

Quiero añadir, una frase con la cual Antonioni termina su película Más allá de las nubes (Par-delà les nuages, 1995) que parece el epílogo de Blow-Up: “Detrás de cada imagen revelada hay otra imagen más cercana de la realidad. Y en el fondo de cada imagen hay otra imagen aún más fiel, y otra detrás de la última, y así sucesivamente. Hasta la verdadera imagen de la realidad absoluta y misteriosa que nadie verá nunca”.

En resumen, en estas dos obras, la cinematográfica y la literaria, se ve como el hilo conductor para llegar al final y conclusión de todo es tan solo una fotografía. Una fotografía y más que eso su ampliación, su enfoque, su análisis. Es importante el ojo, es importante el sentido desarrollado de la vista, es necesario mirar bien el entorno, captar los momentos, pero no solo dejarlos ahí. Si no, esclarecerlos y detallaros para conocer más a fondo las emociones, circunstancias que estén sucediendo, esas de las que no se puede percatar con una sola mirada. Puesto que, no se sabe a quienes se puede ayudar más allá de una sola mirada. En una foto lo admirable no es solo lo lindo y hermoso, sino eso que puede ocultar tanta belleza, siendo una distracción de la verdad absoluta.

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